domingo, 30 de diciembre de 2012

Diferentes costumbres para Nochevieja


Al llegar la última noche del año, es costumbre tomar con las campanadas, doce uvas. Son las uvas de la suerte. Esta tradición es típicamente española.

En otros países existen diferentes tradiciones. Vamos a conocerlas:

En ITALIA, es costumbre comer lentejas, que les darán suerte. En algunas zonas de este país también tiran trastos viejos  como símbolo de renovación y futuro.

En DINAMARCA, se lanzan platos viejos ante las casas de los amigos. Cuantos más platos tengas en la puerta, más amigos tienes.

En COLOMBIA,  el nuevo año debe recibirse de pie y nada más terminar las campanadas hay que dar un portazo para alejar del hogar los malos espíritus.

En MÉXICO, creen que hay que dar una vuelta a la casa con una maleta en la mano, para asegurarse que viajará en el año que entra.

En RUSIA, el Abuelo del Hielo (como Papá Noel) se encarga de ir por las casas dejando regalos a los niños.

En ALEMANIA, tienen la costumbre de dejar restos de cena en el plato para garantizarse una despensa llena el año que entra.

En ARGENTINA, la tradición consiste en quemar muñecos que se han elaborado antes. De esta manera se deshacen de lo malo que han tenido en el año que acaba.

En AUSTRALIA, nada más entrar sonar las doce, se oyen silbidos, bocinas, palmadas, campanas…, porque el ruido es un elemento clave para recibir el año.

En BRASIL, la costumbre marca que debe celebrarse vestido de blanco y en la playa. Allí se salta sobre siete olas y se dejan barquitos con velas y flores en el mar, con la intención de que éste se lo lleve, si esto pasa es señal de buena suerte.

En JAPÓN, se tañen 108 campanadas en los templos para liberar el mal del año que empieza. También se limpia la casa para echar fuera la mala suerte, y se cena fideos para asegurarse una vida larga.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Historia del villancico Noche de Paz

Aquí os dejo esta preciosa historia del villacico Noche de Paz



En la pequeña aldea austriaca de Obendorf, un sacerdote joven, el padre Moor, daba las últimas instrucciones a sus niños y pastorcitos, antes de ensayar el villancico que pensaba cantar en la noche de Navidad.
Las artísticas naves del templo recogían el eco del murmullo de las voces y risas infantiles."Silencio. ¡Comenzamos!".

    Apenas puso el padre Moor los dedos en el teclado, del interior del órgano salió un rumor extraño, después otro, y otro... "¡Qué raro!", pensó el sacerdote. Fue a la portezuela exterior del órgano y por allí salieron corriendo diez, veinte ratones perseguidos por un gato. ¡Pobre padre Moor! Miró el fuelle: totalmente roído; era inútil intentar usarlo. "¡Paciencia!", pensó, 'prescindiremos del órgano".
    Lo malo es que también sus cantores, al ver los ratones y el gato, se pusieron a perseguirlos. No quedó en su sitio ni el niño más formalito. Con el órgano en aquellas condiciones, y el coro detrás de los ratones, "¡adiós mi canción de Navidad!".

    El padre Moor decidió prescindir de ella. Al pasar delante del altar mayor, se inclinó para hacer lo genuflexión En aquel preciso instante, se acordó de su amigo Franz Gruber, su maestro del colegio que, además de discreto organista, manejaba bien las cuerdas de la guitarra.
    uando el sacerdote llegó a casa de Gruber, éste corregía los deberes escolares, al débil resplandor de una vela. 'Hay que inventar algo nuevo para la Misa del Gallo, un canto sencillo, acompañado por tu guitarra. Ya tengo la letra; basta ponerle música. Pero de prisa, por favor".
    Apenas marchó el padre Moor, Gruber tomó la guitarra; leyó la letra del sacerdote y buscó en las cuerdas las notas más sencillas.

    En la noche silenciosa, los copos de nieve se quedaban como suspendidos en el aire, al oír la dulce melodía que flota en el frescor del ambiente.
A los doce en punto, del 24 de diciembre de 1818, los feligreses de Obendorf llenaban el templo parroquial. El altar mayor brillaba como nunca con tantas luces y velas encendidas. El padre Moor celebraba la santa misa. Después de proclamar el Evangelio según San Lucas, el nacimiento del Salvador, se acercó con el maestro Gruber al belén. Y con voz trémula entonaron: 'Noche de Dios"...

    Aún no se habían perdido las últimas notas en lo alto de las naves del templo, cuando los feligreses a coro las repetían ante el Niño Jesús, como las legiones angélicas del Evangelio. Desde entonces nunca se ha dejado de cantar ni en Obendorf, ni en ningún rincón del mundo. Es una de las melodías más entrañables de Navidad.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Otro cuento

UN GUÍA NOVATO (Cuento de Navidad)



Duba es un ángel negro que ha llegado hace muy poco al cielo. Se acerca una fecha muy señalada y necesitan un voluntario para viajar hasta la tierra. El se ofrece para llevar  a cabo una delicada misión

            Duba había nacido poco antes de que una banda de ladrones de ganado atacara el poblado. El ataque duró sólo unos minutos, pero fue tan despiadado y cruel que ninguno de los habitantes de aquel poblado logró salvar la vida.

            Ya en el cielo, Duba oía hablar a los ángeles de las bonitas experiencias vividas en la Tierra cuando realizaban misiones especiales. Él, siempre al margen y silencioso, intentaba imaginar la belleza de la tierra, la generosidad y la cordialidad de sus gentes. Pero sus intentos eran vanos. Lo único que podía recordar era la sonrisa de su madre al verla por primera vez y la oscuridad. Duba pensaba que era injusto lo que le había ocurrido. Merecía otra oportunidad para sentirse vivo y descubrir los encantos y las maravillas de la tierra.
            Un día en el cielo se estaba buscando un voluntario para ir a la Tierra y guiar a los Reyes magos desde Oriente hasta la ciudad de Belén. Iba a nacer un niño muy especial. Sin dudarlo ni un momento, Duba se ofreció como voluntario. Los demás ángeles se rieron de él. Era pequeñín, no sabía cabalgar sobre las estrellas, no conocía ninguna de las lenguas terrestres y además era calvito. Le llamaban “Chocolatín” debido al color de su piel. Pero Dios-padre, que ve con los ojos del corazón, no dudó en elegir a Duba.
            El momento llegó. Se subió a una estrella y descendió hasta la tierra. Cuando ya estaba acercándose a su destino, la estrella se paró de repente. El parón fue tan brusco que Duba cayó en picado. Ya contaba con un doloroso aterrizaje, pero la suerte de los principiantes. Fue a hacer sobre el lomo suave de una oveja.
            Los pastores se acercaron con mucha precaución. Se aproximaron tanto que Duba podía sentir el calor de su aliento. Recuperado del susto y medio tartamudeando les dijo:
            -Queridos Reyes Magos, debéis ir a Belén y adorar al niño que ha nacido. Es el Hijo de Dios. La estrella que allí veis, os guiará.

            El pánico se apoderó de los pastores. Ni eran reyes ni magos. Pensaban huir corriendo, pero en ese momento algo les dejó fuera de sí. Los ángeles del cielo comenzaron a cantar:
            -Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
            Aquel canto convirtió su miedo en alegría y confianza. El temblor de sus rodillas cesó. Sin pensarlo recogieron sus cosas, cargaron a Duba en sus hombros y se dirigieron a Belén siguiendo el rastro de la estrella.
            Cuando las estrella se detuvo, vieron en un portal a José y María con su hijito. Los pastores descargaron sus fardos y les ofrecieron pan, leche y suaves pieles para arropar al niño.
             Duba se emocionó viendo la generosidad de los pastores y la escena que contemplaban sus ojos. Pero cuando más ensimismado estaba, un hilo fino y casi invisible le cosquilleó la nariz. Duba lo agarró. Era tan suave y delicado como el hilo de una telaraña, pero era lo suficientemente fuerte como para elevarlo de nuevo a las alturas.

            De regreso al cielo, temía que Dios-Padre le regañase por haber confundido a los pastores con los Reyes Magos. Pero su temor era infundado, ya que un ángel experimentado había guiado a los Reyes Magos hasta Belén.

            Cuentan las crónicas celestiales que cuando las almas de los pastores llegaron al cielo, lo primero que hicieron fue preguntar por el angelito que les había confundido con los Reyes magos. Gracias a su error, ellos habían sido los primeros en adorar al Niño y en ofrecerle sus humildes regalos. Se sentían tan agradecidos y orgullosos, que cuando vieron a Duba le abrazaron con gran alegría y le dijeron:
            -Gracias a ti hemos comprobado que los más pobres y humildes para los hombres son los privilegiados para el Padre.
            Y se fundieron en un fuerte abrazo.